domingo, 17 de enero de 2016

Ojos de verdad, ojos de muñeca.

 Por diferentes circunstancias, casi ha pasado un mes desde que vi por primera vez "El despertar de la Fuerza" y la segunda, también en el cine.

 En este tiempo he podido leer, escuchar y ver críticas de lo más variopintas, que casi horadaron en la maravillosa impresión inicial de aquel, ya lejano, 20 de diciembre de 2015.

Algunos ejemplos (y exageraciones):

Es un remake.
Salen los mismos planetas que en el episodio IV.
No hay naves nuevas ni molonas.
No hay senadores soltando interesantes discursos y haciendo proposiciones en interminables diatribas.
No se explica cómo se financia la Primera Orden.
No se explica cómo se financia la Resistencia.
Luke sólo sale al final.
Han Solo hace de Obi Wan.
No sale Darth Vader.
No sale Jar Jar Binks.
No hay midiclorianos.
No hay culebrón venezolano entre el chico y la chica.
El guión no se sostiene o, directamente, no hay.

A veces me pregunto si la gente sabe argumentar un disgusto, una decepción, por una película con una relación no basada en lo que uno piensa qué debe ser Star Wars en vez de pensar en lo que Star Wars es.


 Por mucho que queramos estas películas, son tres cosas básicas: entretenimiento, fantasía y emoción.

 Star Wars no son midiclorianos. No son unos funcionarios en albornoz y con cara de un mal tránsito intestinal imponiendo el orden en la Metrópolis de Fritz Lang.

Lo peor es que Lucas traicionó desde el año 83 el espíritu de las dos primeras películas.
 Le acusaron de llevar la Saga a un terreno demasiado oscuro, y como la gallinita que es, cambió a los Wookies que ayudarían a derrotar al imperio por una suerte de estúpidos osos amorosos para que los niños se rieran mientras el de Modesto se orinaba sobre la coherencia de la saga:
Las mejores tropas del emperador, eran derrotadas por piedras y palos por pigmeos peludos.

 Por no mencionar que el propio Lucas trató de recuperar parte de la estructura de la película de 1977: empieza en Tatooine, y acaba con la estrella de la muerte.

 En 1999 prometió recuperar el trono de la ilusión, y llenó las pantallas de centenares de datos inútiles, pixeles que saturaban la retina y, sobre todo, aburrimiento a raudales, para contar una historia que ya conocíamos: Darth Vader era un Jedi caído.

 Como la gallinita que es, trató torpemente de recompones las piezas mal desperdigadas del primer capítulo con dos continuaciones sólo menos farragosas, pero casi igual de desprovistas de alma, emoción y entretenimiento.
 Con actores que movían espadas imaginarias delante de un fondo verde.

Lucas, que es un director incapaz de empatizar con los actores, no es capaz de sacar emoción de los protagonistas.
 Él era consciente de sus carencias, y en 1980 , para "El imperio contraataca" dio un paso atrás para que Irvin Kershner les dejara expresarse, actuar, sentir. A eso le sumas un guión CASI infalible de Lawrence Kasdan y los ajustes de los diálogos de Leight Brackett (Rio Bravo, The big Sleep).
 Es por eso que todos adoramos esa película, sin las que el resto se caerían. Porque les dejaron actuar, sentir, vibrar. Sabían de donde venían y a donde iban.


Con el despertar de la Fuerza, he tenido que escuchar que a J.J. le han impuesto todo: el argumento, los sets y los planetas a visitar, por lo visto.

 Tanto ha debido presionar Disney, que ha puesto al frente una producción de 200 millones de dólares más promoción, de dos protagonistas que nadie conocía, .

De dónde saldrá tanto listo...

Seguramente estos listos no han visto las películas de J.J.. No han entendido nada.
No han visto cómo miran sus protagonistas.

Por favor, retomad la secuencia de "Super 8" en la estación.
Por favor, haceos un favor a vosotros mismos.
Insisto.

Si es capaz de sacar esas interpretaciones de unos mocosos ¿qué duda hay de que podría sacar oro de actores adultos?

¿Habéis visto a Harrison Ford en esta película o sólo pensabais en que ¡Qué cochina casualidad que se encuentre al Halcón Milenario según lo recoge Rey!?
Revisad la cara de funcionario asqueado de Ford los últimos 25 años y miradle a los ojos en esta, su despedida (que le llega 35 años tarde).

¿En serio, os aburrió la película?¿No os emocionó?¿Os parecen Finn y Rey dos personajes de cartón?

De los ojos de muñeca de Terence Stamp, del propio Samuel L., de Portman, de McGregor y de nuestro queridísimo Hayden Christensen nada decís, os encantaron.
Lo importante eran las navecitas.

Seguramente este mundo está lleno de mucha gente que mira a los ojos, pero sólo comulgo con las miradas de verdad, no con la gente con ojos de muñeca.

 Para ellas, esta captura de los de Anakin.

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